Estoy nerviosa. No sé si llevar algo de comer. Me ha dicho Isabel, la madre de Alis, que vaya a su casa a conocer a la familia.
Llego a la panadería y me están esperando abajo con una sonrisa, nos damos dos besos, me invitan a pasar, subo las escaleras, es el primer piso, entro… que bien huele la casa. Siéntate! ¿Quieres trigo?
¡Una gente muy amable! Alis aún estaba un poco cortada y su madre tomó el mando de la conversa el primer día. Al llegar me presentó a Jose, uno de los tres hermanos de Alis y también a su padre. Mientras Isabel me ofrecía algo de beber (pedí Fanta) me invitó a entrar en la cocina a oler el trigo. La madre me explicó que era parecido al arroz con leche típico de aquí, pero que en lugar de arroz, en su país era característico hacerlo con trigo. Sin dudarlo un momento cogió un cuenco y me sirvió unas cuantas cucharadas. El trigo estaba delicioso pero yo ya había merendado y me supo fatal dejar algo en el tazón, me disculpé por ello.
Hablé un poco con el padre sobre por que hacía este proyecto y me contó que al principio le daba algo de reparo pero que el hecho de conocerme lo tranquilizó mucho
–pareces maja- me dijo.
Me fijé que mientras hablaba con la familia Alis estaba haciendo un dibujo en una cartulina rosa que le estaba quedando realmente bien, me dijo que le encantaba pintar y hacer manualidades, recordé esas palabras. Sus padres me advirtieron que no le diera demasiada cuerda, que en realidad era un torbellino, se rieron.
Me fui y decidimos quedar ese mismo sábado para merendar en mi casa.
14 de desembre 2009
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